domingo, 12 de septiembre de 2010

Información del distrito

CIUTAT VELLA



Situación del distrito

Es el centro histórico de la ciudad, que limita al oeste con L'Eixample, al este con el mar Mediterráneo, al norte con Sant Martí y al sur con Sants-Montjuïc.

El territorio y los barrios

Ciutat Vella es el primer distrito de Barcelona. Ocupa un territorio de 449,4 hectáreas, tiene una población de 113.154 habitantes (datos del año 2006) y, por lo tanto, una densidad de 251,79 habitantes por hectárea. Se corresponde geográficamente con el centro histórico de la ciudad.
Hablar de Ciutat Vella es hablar de la historia de Barcelona. La historia de una ciudad que vivió amurallada hasta el año 1859 y que hoy es el territorio que queda rodeado por la avenida del Paral·lel, las rondas, la calle de Pelai, el paseo de Lluís Companys y el parque de la Ciutadella. Ciutat Vella está formado por cuatro grandes barrios que atesoran muchos otros históricos, con fuerte personalidad y homogeneidad propias. En el sur encontramos la Barceloneta, el barrio más joven, creado a mediados de siglo XVIII con la excusa de realojar a los desplazados de la Ribera para la construcción de la Ciutadella; en poniente, el Raval, que nació a partir de los caminos rurales extramuros de la ciudad, que fue la cuna de la Revolución Industrial del siglo XIX: en el centro, el Gótico, la manifestación urbana más antigua de Barcelona, y en levante, Sant Pere, Santa Caterina y la Ribera, la extensión medieval de la ciudad.
El territorio urbano de Ciutat Vella es un gran marco de tensiones y conflictos estructurales, relacionales y sociales. Las relaciones existentes no se entienden sin interrelacionar la aportación del pasado con las actuaciones del presente. La larga permanencia de Ciutat Vella en intramuros configuró una realidad de perspectivas mínimas. Una vez liberada de este cinturón físico y sicológico se vio sometida a procesos de degradación permanentes hasta la segunda mitad de los años setenta, cuando el desarrollismo se agotó y el modelo municipal autoritario dio paso al proceso de democratización de la sociedad. La combinación de estos dos últimos factores consolidó las bases para una política de regeneración urbana que se llevó a cabo en Ciutat Vella en las últimas décadas, durante las cuales las viejas y sistemáticas operaciones de demolición y sustitución han evolucionado para convertirse en intervenciones de conservación y rehabilitación.

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El barrio del Raval

El raval
Antes del siglo XIV el barrio del Raval era solo un campo abierto con tierras cultivadas que abarcaban la ciudad de Barcelona. En la Barcelona romana había caminos vecinales que dibujaron el contorno que el barrio tuvo más adelante.
El monasterio de Sant Pere del Camp fue el primer núcleo importante del Raval, anterior al siglo X, en torno al cual hubo una pequeña villa medieval vinculada al monasterio. El crecimiento de Barcelona configuró al Raval en el espacio que toma forma de diamante entre el segundo cinturón de murallas (Jaume I el año 1268, la Rambla) y el tercero y último cinturón (Pedro el Ceremonioso, 1348, las rondas y la avenida del Paral·lel).
El Raval estaba situado en los márgenes de los caminos principales: el Portal de los Tallers, por donde los campesinos entraban las mercancías que suministraban Barcelona; el Portal de Sant Antoni, el acceso más importante de la ciudad, y la Puerta de Santa Madrona, al lado de Drassanes, la única que queda en pie.
La ciudad de Barcelona se encontraba ahogada por las murallas de Jaume I; Pere el Cerimoniós decidió levantar el tercer cinturón amurallado. Había que asegurar las expectativas de crecimiento urbano. Existía la tendencia general de muchas ciudades de la época de rodear dentro de las murallas la extensión de terreno suficiente para prever la subsistencia de los habitantes en tiempo de guerras y asedios. Otro motivo era localizar fuera del núcleo urbano los establecimientos, servicios y actividades más molestos o poco recomendables. Pero todas las expectativas de crecimiento de la ciudad fracasaron. A finales del siglo XIV y principios del XV, a causa de las dificultades económicas (el comercio marítimo se desplazaba hacia el Atlántico), políticas (Barcelona se arruinó debido a la guerra contra Juan II) y sociales (bajón demográfico por pestes y epidemias) paralizaron el crecimiento del Raval, que quedó como zona de actividad básicamente agrícola.
Entre el siglo XV y la desamortización de Mendizábal en el año 1837, el Raval se convirtió en "tierra de conventos". La gran cantidad de suelo edificable dio pie a la instalación de órdenes religiosas en el marco de la Contrarreforma impulsada por el Concilio de Trento (1543-1563).
A principios del siglo XVIII, las industrias empezaron a instalarse en medio de huertos, conventos y casas gremiales. La prohibición del año 1718 de importar tejidos estampados favoreció la aparición de la industria manufacturera. Entre 1770 y 1840 se produjo la industrialización definitiva del barrio del Raval. A partir de la segunda mitad de 1700 empezaron a aparecer nuevas calles con fábricas y viviendas para los trabajadores. Desaparecieron las casas gremiales o se subdividieron en muchas viviendas de alquiler para acoger a los numerosos campesinos que huían del hambre del campo (crisis agrícola de 1765-1766). Los trabajadores de las fábricas se quedaron a vivir en el Raval., cerca del trabajo. Este barrio se convirtió en el más denso de Europa y se aprovechó hasta el último metro cuadrado edificable. Entre los años 1783 y 1785, se instaló la industria Erasme Gònima y se levantó la mayor fábrica de tejidos, hilados y estampados de su tiempo.
Las jornadas de los obreros eran de doce horas (desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche). En el año 1829, según el Padrón de Fabricantes, en el Raval había 74 fabricantes textiles, 2.443 telares y 657 máquinas de hilar. Destacaba la fábrica Bonaplata, instalada en la calle de los Tallers. Tenía entre 600 y 700 trabajadores y era la primera que se impulsaba con vapor. La culminación de todo este proceso fue la instalación conocida como casa-fábrica, donde coincidían las instalaciones fabriles, la representación institucional y la residencia del fabricante. Este es el caso de la España Industrial en el año 1839 en la calle de la Riereta. El Raval era el único lugar dentro de las murallas donde se podían edificar construcciones grandes, ya que era poco atractivo hacerlo en el exterior a causa de la inestabilidad política (Carlismo y bandolerismo). Además, estaba cerca de la salida natural de Barcelona como ciudad portuaria.
El mantenimiento de unos sueldos bajos, unas largas jornadas laborales, el cierre de las fábricas como demostración de fuerza de los fabricantes, la supresión de la sopa de caridad y la persecución de las asociaciones obreras hicieron que el 2 de julio de 1855 estallara una huelga bajo la consigna general del derecho de asociación y la jornada laboral de diez horas. Las revueltas obreras contra las mecanizaciones modernas y diversas epidemias de cólera llevaron a tomar la decisión de derribar las murallas en el año 1859 y permitir así la expansión urbana e industrial fuera de un núcleo urbano insalubre y fácilmente controlable por un movimiento obrero que empezaba a organizarse. El éxodo empresarial hacia la planura de Barcelona empezó a principios de los años sesenta. Una larga lista de fabricantes salían del barrio siguiendo las teorías higienistas de Ildefons Cerdà . En el nuevo modelo de ciudad, el Raval ocupó una situación periférica como barrio residencial obrero. A principios del siglo XX continuó teniendo una composición social eminentemente obrera. Los movimientos de los barrio alcanzaron una importancia que rebasó sus fronteras. En 1870 se celebró el Primer Congreso Obrero Español; el año 1871 el principal sindicato catalán de la época, el textil, se adhirió a la Primera Internacional, y en 1888, de la calle de los Tallers salió la convocatoria para reunir a todos los delegados del país para fundar la UGT en el mismo barrio.
El Raval se fue convirtiendo cada vez más en un barrio de viviendas para las clases con menos poder adquisitivo, entre las cuales los inmigrantes (exposiciones universales de 1888 y 1929) eran una parte destacada. Esta extracción proletaria jugó un papel importante durante la Semana Trágica (26-31 de julio de 1909), durante la cual el Raval fue uno de los principales escenarios de la quema de conventos y del enfrentamiento con el ejército.
El hacinamiento humano, una red viaria estrecha y tortuosa, la proximidad del puerto y la dedicación de muchos inmuebles a bares, salas de espectáculos y casas de tolerancia, acabaron configurando una zona en el sur del Raval que hacia el año 1925 el periodista Àngel Marsà bautizó con el nombre de Barrio Chino. Las destrucciones de la guerra y la miseria de la posguerra perjudicaron considerablemente la vida nocturna del barrio, en un proceso que acabó con el decreto de cierre de las casas de prostitución en el año 1956.
Las primeras voces que reclamaron la mejora del barrio surgieron en los años treinta, durante la Segunda República 1931-1936, con las propuestas de los arquitectos del GATCPAC. El plan Macià ofrecía soluciones racionalistas e integradas en los problemas del barrio. Pero fueron las bombas de la Guerra Civil las que hicieron los primeros saneamientos urbanísticos en el sur del Raval (avenida de García Morato, hoy avenida de las Drassanes). Durante los años ochenta del siglo XX, la Administración impulsó una decidida política de reformas y rehabilitación de viviendas, de apertura de espacios y creación de equipamientos para la comunidad, que fue dejando en segundo término el nombre de Barrio Chino para recuperar la denominación histórica del Raval.


El Gòtic

El Gotic
El barri Gòtic és el nucli més antic de la ciutat i el seu centre històric, i és on es troben la majoria dels edificis i carrers amb significació històrica de la ciutat. Al llarg dels segles ha assumit el paper de centre de representació política i institucional.
El barri Gòtic està compost alhora per diferents barris històrics que conserven la seva pròpia personalitat: el Call, Sant Just i Pastor, Santa Maria del Pi, la Catedral, Santa Anna, la Mercè i el Palau.
Els eixos d'urbanització històrics del barri corresponen al cardo i el decumanus romans en la part més alta de l'antic mont Tàber (plaça de Sant Jaume).
L'estructura del barri va arribar intacta fins al segle XIX, si bé la morfologia interna havia canviat dràsticament durant el segle XVIII per la gran densificació soferta: es va subdividir els grans casalots en pisos irregulars i mancats de serveis, es va aprofitar tota parcel·la, es van suprimir els horts que hi persistien, es van crear habitacions mal il·luminades i poc ventilades i es va enderrocar la casa antiga per construir-ne una de nova amb un increment desmesurat de l'alçada.
El segle XIX serà el de les grans transformacions en l'estructura i morfologia del Gòtic. La transformació de cementiris parroquials en places públiques, el buidat de grans edificis amb el seu consegüent canvi d'us, l'enderrocament de les muralles i d'altres actuacions urbanístiques van provocar que el Gòtic es comencés a veure com a patrimoni col·lectiu de prestigi i com a valor d'ús per la seva centralitat territorial i històrica, que calia preservar.
El valor patrimonial que el barri representa, la varietat i les diferències dels altres barris que el conformen, i per tant la complexitat dels processos urbans que s'hi desenvolupen, l'han portat a especialitzar-se en el sector terciari d'activitat, convertint-se en el centre de comerç més important de Barcelona i de Catalunya.


La Barceloneta

La barceloneta
El territorio de forma triangular que ocupa la Barceloneta tiene una superficie de 71 hectáreas. El barrio se asentó sobre los terrenos ganados al mar desde el siglo XV, cuando se construyó el espigón del puerto (1474) y se generó una sedimentación lenta de tierras y arenas procedentes del Besòs y del litoral adyacente en torno a la manzana de Maians, situada aproximadamente donde están las instalaciones de la estación de Francia.
El precedente más inmediato de construcción del barrio es el proyecto del capitán general marqués de Castel Rodrigo, que el 3 de octubre de 1718 determinó la creación del Barrio de la Playa, con el fin de alojar a los ciudadanos que habían visto derribadas sus casas con motivo de la construcción de la ciudadela en la Ribera. Este proyecto se encargó al ingeniero militar Pròsper Verboom.
El ingeniero militar Juan Martín Cermeño, por iniciativa del capitán general marqués de la Mina, empezó en 1749 un proyecto nuevo y definitivo que respondía a un conjunto complejo de necesidades: acabar con la desorganización de las construcciones del Arenal y afrontar la escasez de viviendas en la Barcelona amurallada, prever la insuficiencia del puerto medieval y de sus instalaciones, y también tener el control militar de la población asentada en un solar de inmejorable posición estratégica. La necesidad de construir el nuevo barrio como compensación por el derribo de las casas de la Ribera aparece citada en el proyecto de forma secundaria.
En el proyecto se preveía una amplia urbanización de esquema octogonal, compuesta por 15 calles paralelas al puerto, de 7,5 metros de ancho, cruzadas por otros tres transversales de 9,3 metros. Las casas, de planta baja y un piso, destinadas en principio a una sola familia y en régimen de propiedad, eran uniformes en cuanto a las dimensiones (8,4 por 8,4 metros), materiales, distribución y decoración externa. Estaban alineadas en manzanas rectangulares extremadamente alargadas y apretadas.
La construcción de la Barceloneta ha sido considerada como uno de los mejores ejemplos del urbanismo barroco peninsular. La voluntad de luchar contra la insalubridad natural de aquellos terrenos y de hacerlos habitables estaba presente cuando se aseguraba la plena insolación de las calles con la altura mínima de las casas, y por el hecho de que la estrechez de las manzanas de casas rectangulares, construidas con orientación norte-sur, a resguardo del viento de levante, permitía que todas las habitaciones tuvieran ventanas en el exterior y por lo tanto ventilación cruzada entre las dos fachadas.
Hasta mediados de siglo XIX, las actividades de los habitantes de la Barceloneta se relacionaban esencialmente con el mar: la pesca, las actividades portuarias, la construcción de barcos de vela y la fabricación y venta de los aparejadores. En el año 1846, el Ayuntamiento de Barcelona prohibió la instalación de nuevas industrias con máquinas de vapor dentro del recinto amurallado. Muchas de las que ya había y de las de nueva creación se edificaron en las poblaciones más próximas, fuera de las murallas: Sants, Poblenou y la Barceloneta. Fue entonces cuando la industrialización empezó a penetrar en el barrio. La proximidad al puerto, que facilitaba la carga de la maquinaria pesada y la descarga de las materias primas, el espacio edificable, y desde 1848, la estación del ferrocarril de Mataró bajo el Portal de Mar, eran elementos que los industriales tenían en cuenta.
En 1841 la Barceloneta era ya la segunda población metalúrgica de Cataluña después de Barcelona, con las fundidoras y, sobre todo, los talleres Nueva Vulcano (1836).
Con la instalación del primer gasómetro (1840), que había obtenido la concesión del alumbrado de la ciudad, nacía la segunda especialización industrial en la Barceloneta: la producción de gas. Durante la segunda mitad del siglo XIX, el asentamiento de importantes industrias del metal (los talleres Alexandre, en el año 1845; la Maquinista Terrestre y Marítima, en el año 1855) fueron confirmando el proceso iniciado. A finales del siglo XIX las especializaciones de la industria de la Barceloneta habían quedado muy definidas: la metalurgia, el gas y las construcciones navales.
A partir de los años veinte del siglo XX empezó el proceso de desaparición de los grandes establecimientos industriales del barrio, provocado por factores como el aumento de la competencia y la falta de capital para generar expansión. Las empresas que se mantuvieron fueron objeto de destrozos y nuevas formas de organización (colectivizaciones) durante la Guerra Civil del 1936-1939. Después, recuperaron lentamente el ritmo.
A partir de mediados de siglo XX se implantaron en el barrio otros sectores industriales. Se trata, sobre todo, de talleres de carpintería, construcción de muebles e imprentas, pequeñas fábricas de productos químicos, talleres de joyería y relojería, talleres de confección, etc. Las grandes naves se sustituyeron por pequeños talleres donde se desarrollaban las especialidades más diversas: construcciones metálicas, de maquinaria eléctrica y mecánica, reparaciones de automóviles, de radios, de televisores. Estos cambios se debieron a causas como el aprovechamiento para la vivienda de un barrio necesario para una ciudad creciente, y que por causa de la gran densidad solo podía ofrecer la escasa superficie de los bajos de las casas en una industria todavía urbana y de poca inversión.
Desde el derribo de las murallas de Barcelona y especialmente con la creación de dos líneas de tranvías que enlazaban el centro de la ciudad con la zona de baño, la Barceloneta industrial y portuaria se transformó también en el balneario de la ciudad. Desde entonces se puso en marcha la manifiesta terciarización de los servicios de finales del siglo XX (hostelería, ocio, etc.).


Sant Pere, Santa Caterina y la Ribera

Sant Pere
Sant Pere y Santa Caterina son dos barrios que mantienen, todavía hoy, la estructura medieval. Calles estrechas, retorcidas y entrelazadas mantienen una actividad arraigada desde los orígenes: el trabajo textil, transformado hoy en día en actividad comercial. Sant Pere, Santa Caterina y Sant Agustí son nombres relacionados con las grandes instituciones religiosas que había en la zona. Hoy en día solo queda el testimonio de la iglesia de Sant Pere de les Puel·les.
En el sur, más cerca del mar, está el barrio de la Ribera, antigua Vilanova del Mar, presidido por la basílica de Santa Maria del Mar, centro de la vida señorial de la ciudad del siglo XIII al XIV.
Estos barrios se fueron configurando a partir del momento en que Barcelona necesitó expandirse fuera del recinto romano. A partir del siglo XI, en torno al monasterio de Sant Pere de les Puel·les y de Santa Maria del Mar, que ejercían un dominio feudal sobre las tierras que las rodeaban, y a lo largo de la acequia condal, se fue formando la nueva red urbana. Estos barrios no eran más que suburbios de la Barcelona romana de la parte este de la ciudad, que formó un conglomerado de barriadas que fueron creciendo hasta que las murallas las detuvieron. Las nuevas vías de los ramales de la ciudad romana se empezaron a poblar, y la acequia condal, importante curso de agua que entraba en la Barcelona vieja procedente del río Besòs, fue un foco de atracción de industrias textiles de prerrevolución industrial, que se instalaron.
En el extremo sur, la tradición marinera del barrio y de la Ribera conformó una unidad que data del siglo X, cuando ya había un núcleo habitado extramuros cerca de la playa en torno a una iglesia llamada Santa Maria de les Arenes (hoy, Santa Maria del Mar). Con el esplendor del comercio marítimo del siglo XIII, durante la época de Jaume I, el núcleo se fue consolidando y se concentró la mayor parte de los oficios de la ciudad, como lo demuestra la toponimia (Espaseria, Mirallers, Esparteria, Sombrerers, Abaixadors, etc.) y algunos servicios básicos de la infraestructura urbana (mataderos, molinos, tintes, etc.) El esplendor de este barrio se mantuvo hasta el bajón del tráfico comercial en el Mediterráneo en el siglo XVI. La situación se agravó con el derribo de medio barrio para la construcción de la ciudadela en el año 1714 ordenada por Felipe V. La zona renació después de la instalación del Mercado del Born, en 1876.
La edificación medieval fue sustituida a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las manufacturas de tejidos se instalaron en las calles de la zona y esta expansión creó una nueva demanda de mano de obra y vivienda. Con el tiempo, el crecimiento demográfico de la zona llegó a extremos increíbles y fue la causa de más de una epidemia. La desamortización de 1835 no liberó suelo para usos sociales, sino para la creación de casas-fábrica. Como excepción, se creó el Mercado de Santa Caterina en el año 1848, hoy en día totalmente remodelada por el equipo del arquitecto Enric Miralles. El derribo de las murallas y la realización del Eixample influyeron en la proletarización del barrio durante el siglo XIX. Eso supuso un apretamiento del barrio con la presencia de fábricas textiles, que paulatinamente, ante la falta de espacio, se fueron trasladando al Raval o fuera de las murallas. La creación del Eixample, como en otras ciudades de Europa, produjo un proceso de sustitución de los habitantes del núcleo antiguo que pertenecían a la clase acomodada por inmigrantes que ocupaban viviendas subdivididas, con una falta evidente de los servicios indispensables, que con el paso del tiempo se deterioraron bastante. Muchas casas nobles fueron divididas para que viviera la clase obrera, con un empobrecimiento notable de las condiciones de vida. La calle de la Princesa se abrió en el año 1835 (iba dela Plaça Nova a la calle del Comerç) en un intento vano por oxigenar la zona. Los actuales barrios de Sant Pere y Santa Caterina quedaron definitivamente separados, de forma transversal, del barrio de la Ribera, con realidades muy diferenciadas entre norte y sur de esta calle.
Durante la Semana Trágica, en julio de 1909, se quemaron muchos edificios religiosos como forma de respuesta popular y reflejo de las malas condiciones de vida del barrio. La situación sanitaria deficiente provocó en el año 1914, entre los barrios de Sant Pere, Santa Caterina y la Ribera, 310 muertos de tifus, el 5% de todas las defunciones de Barcelona.
En la primera década del siglo XX hubo un acontecimiento primordial: el plan urbanístico que dio lugar a la construcción de la Via Laietana: 2.199 viviendas se derribaron y 82 calles desaparecieron totalmente o parcialmente con el coste social que todo ello supuso. La Via Laietana significó el desmenuzamiento de la unidad urbanística del centro histórico en dos mitades diferenciadas: por una parte el Barri Gòtic y por la otra los barrios de Sant Pere, Santa Caterina y la Ribera.
La proximidad de la estación de Francia y del puerto atrajo a la mayoría de la gente que llegaba a Barcelona por el trabajo que generaban la Exposición Universal de 1929 y las obras del metro. En el año 1945, el 32,3% de los habitantes del barrio eran inmigrantes. La presencia de realquilados era abundosa y el barrio se convirtió en una de las zonas urbanas más densas de Europa. Las condiciones de las viviendas del barrio eran las peores de Barcelona. El barraquismo vertical y horizontal era moneda corriente y el amontonamiento de la población no empezó a disminuir hasta entrados los años sesenta del siglo XX. El esponjamiento propugnado desde la Administración -eje de la avenida de Cambó- en los años ochenta, con los planes de reforma interior, han buscado un equilibrio en el viejo tejido urbano, la dignidad de la rehabilitación de las viejas viviendas y de la gente que vive en ellas.
Por otra parte, la Ribera vive ahora un avivamiento como zona de ocio descubierta por artistas independientes y experimentales. Locales de noche, los pioneros de los cuales fueron Zeleste y Magic, complementados por galerías de arte y anticuarios que se articulan en los alrededores de la calle de Montcada, hacen de la Ribera un barrio vertido a la especialización de servicios en el ocio.
Actualmente, la finalización del Mercado de Santa Caterina significa una aceleración económica del barrio que empieza a dar frutos. Por otra parte, el Ayuntamiento de Barcelona, por medio del Distrito de Ciutat Vella, presentó a la Generalitat de Catalunya una propuesta para acoger los barrios de Santa Caterina y Sant Pere a la Ley de Barrios, Áreas Urbanas y Villas que requieren una atención especial. La propuesta fue aprobada y beneficiada con un porcentaje del 50,076% respecto del coste total, 14.616.000 euros, de las actuaciones previstas en el proyecto de intervención integral en los barrios de Santa Caterina y Sant Pere, que son las nombradas a continuación:
* Mejora del espacio público y dotación de zonas verdes con la urbanización del Pou de la Figuera.
* Rehabilitación de elementos comunes de los edificios privados.
* Provisión de equipamientos para uso colectivo en el Pou de la Figuera, Centro Cívico de Sant Agustí, edificio de la Peña Cultural Barcelonesa y suelo para una residencia para personas mayores.
* Fomento de la sostenibilidad del desarrollo urbano con la instalación de recogida neumática y un mini centro de recogida de basura.
* Programas para la mejora social, urbanística y económica.

El área urbana que forman los barrios de Santa Caterina y Sant Pere abarca una superficie de 35,13 hectáreas, una población de unos quince mil habitantesy un tejido residencial de 8.650 viviendas aproximadamente.

Fuente de información: Ayuntamiento de Barcelona  www.bcn.es

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